4. Julio César:
Militar y político cuya dictadura puso fin a la República en Roma (Roma, 100 - 44 a. C.). Procedente de una de las más antiguas familias del patriciado romano, los Julios, Cayo Julio César fue educado esmeradamente con maestros griegos.
Julio César pasó una juventud disipada, en la que empezó muy pronto a acercarse al partido político «popular», al cual le unía su relación familiar con Mario. Se ganó el apoyo de la plebe subvencionando fiestas y obras públicas. Y fue acrecentando su prestigio en los diferentes cargos que ocupó: cuestor (69), edil (65), gran pontífice (63), pretor (62) y propretor de la Hispania Ulterior (61-60).
De regreso a Roma, Julio César consiguió un gran éxito político al reconciliar a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando un triunvirato y así oponerse a los optimates que dominaban el Senado (60).
Al año siguiente, César fue elegido cónsul (59); y las medidas que adoptó vinieron a acrecentar su popularidad: repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernadores provinciales y dio publicidad a las discusiones del Senado. Pero la ambición política de César iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años -del 58 al 51- el control de varias provincias (Galia Cisalpina, Narbonense e Iliria).
El triunvirato fue fortalecido por el Convenio de Luca (56), que aseguraba ventajas para cada uno de sus componentes; pero respondía a un equilibrio inestable, que habría de evolucionar hacia la concentración del poder en una sola mano. Craso murió durante una expedición contra los partos (53) y la rivalidad entre César y Pompeyo no encontró freno una vez muerta Julia, la hija de aquél casada con éste (54).
Entretanto, César se había lanzado a la conquista del resto de las Galias, que no sólo completó, sino que aseguró lanzando dos expediciones a Britania y otras dos a Germania, cruzando el Rin. Con ello llegó a dominar un vasto territorio, que aportaba a Roma una obra comparable a la de Pompeyo en Oriente.
El prestigio y el poder alcanzados por César preocuparon a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma en medio de una situación de caos por las luchas entre mercenarios (52). Conminado por el Senado a licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar el orden oligárquico tradicional.
Tras pasar el río Rubicón -que marcaba el límite de su jurisdicción-, César inició una guerra civil de tres años (49-46) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se había refugiado Pompeyo. Persiguiendo a éste, llegó a Egipto, en donde aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de Cleopatra («Guerra Alejandrina», 48-47).
Asesinado Pompeyo en Egipto, César prosiguió la lucha contra sus partidarios. Primero hubo de vencer al rey del Ponto, Pharnaces, en la batalla de Zela (47), que definió con su famosa sentencia veni, vidi, vici («llegué, vi y vencí»); luego derrotó a los últimos pompeyistas que resistían en África (batalla de Tapso, 46) y a los propios hijos de Pompeyo en Hispania (batalla de Munda, cerca de Córdoba, 45). Vencedor en tan larga guerra civil, César acalló a los descontentos repartiendo dádivas y recompensas durante las celebraciones que organizó en Roma por la victoria.
Una vez dueño de la situación, César acumuló cargos y honores que fortalecieran su poder personal: cónsul por diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice máximo (sumo sacerdote), dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisión hereditaria, si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada por la apariencia de acumulación de magistraturas civiles.
Julio César murió asesinado en una conjura dirigida por Casio y Bruto, que le impidió completar sus reformas; no obstante, dejó terminadas algunas, como el cambio del calendario (que se mantuvo hasta el siglo XVI), una nueva ley municipal que concedía mayor autonomía a las ciudades o el reasentamiento como agricultores de las masas italianas proletarizadas; todo apuntaba a transformar Roma de la ciudad-estado que había sido en cabeza de un imperio que abarcara la práctica totalidad del mundo conocido, al tiempo que se transformaba su vieja constitución oligárquica por una monarquía autoritaria de tintes populistas; dicha obra sería completada por su sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto.
5. Espartaco, el gladiador que desafió a Roma:
Espartaco, fue el protagonista de una de las más celebres sublevaciones de esclavos contra la antigua República en suelo romano. Esta rebelión, ocurrida entre el 73 a.c. y el 71 a.C. También es conocida como la III Guerra Servil, Guerra de los Esclavos o Guerra de los Gladiadores; desde Aníbal nadie se había enfrentado a la todopoderosa Roma en suelo italiano. Con la diferencia que Aníbal contó con Cartago e Hispania, además de un ejército propio, mientras que Espartaco empezó su lucha con las manos vacías, era un esclavo, un prisionero condenado a muerte.
De Espartaco se tienen pocas referencias y muy fragmentadas. Todas las fuentes coinciden en describirlo como un hombre inteligente, culto y justo. Apiano y Floro, historiadores romanos, coinciden en situar su nacimiento en Tracia (los Balcanes) hacia el 113 a.C. donde al parecer podría descender de la dinastía espartácidas, un linaje gobernante de aquellos territorios sometidos por Roma, aunque empezó su vida adulta como pastor.
Durante un tiempo sirvió como soldado, en el cuerpo de los Auxilia, soldados no romanos con armamento ligero que luchaban junto a las legiones. Tras abandonar el ejército, según el historiador Floro, desertó y se dedicó al bandidaje. Fue detenido y enviado a trabajos forzados a unas canteras de yeso, donde gracias a su gran fuerza, fue comprado por un mercader, para la escuela de gladiadores de Capua de Léntulo Batiato (o posiblemente Léntulo Vatia), situada en el sur de la Italia central, donde aceptó convertirse en gladiador.
Durante un tiempo sirvió como soldado, en el cuerpo de los Auxilia, soldados no romanos con armamento ligero que luchaban junto a las legiones. Tras abandonar el ejército, según el historiador Floro, desertó y se dedicó al bandidaje. Fue detenido y enviado a trabajos forzados a unas canteras de yeso, donde gracias a su gran fuerza, fue comprado por un mercader, para la escuela de gladiadores de Capua de Léntulo Batiato (o posiblemente Léntulo Vatia), situada en el sur de la Italia central, donde aceptó convertirse en gladiador.
En la escuela de Léntulo Batiato, se entrenaba a los gladiadores en el brutal arte de sobrevivir a costa de la vida de sus rivales. Según Plutarco, que describió las condiciones de ésta escuela un siglo más tarde, decía que las condiciones eran especialmente duras, y se mantenía a los gladiadores en un estrecho confinamiento.
En el año 73 a.C., con 40 años recién cumplidos, planeó un motín con otros gladiadores, unos 200 en total. No se sabe cómo, pero se descubrió el motín, y se vieron obligados a escapar, menos de la mitad de los hombres, unos setenta compañeros, dirigidos por Espartaco, Criso y Enomao. Huyendo de la ciudad, en el camino hacia la zona más agreste de la región, se tropezaron con un convoy que transportaba armas de gladiadores de las cuales se apoderaron.
Se establecieron en el Vesubio, donde empezaron a llevar acciones de pillaje contra las localidades más cercanas, el eco de sus correrías se difundió rápido.
Espartaco estableció un reparto equitativo de los botines conseguidos entre todos sus hombres, lo que atrajo a gran número de seguidores formado por esclavos escapados de las fincas cercanas y campesinos sin tierras, aunque la mayoría de estos nuevos reclutas, no eran esclavos nacidos en cautividad, sino soldados capturados en las muchas guerras libradas por Roma y convertidos en esclavos.
Espartaco estableció un reparto equitativo de los botines conseguidos entre todos sus hombres, lo que atrajo a gran número de seguidores formado por esclavos escapados de las fincas cercanas y campesinos sin tierras, aunque la mayoría de estos nuevos reclutas, no eran esclavos nacidos en cautividad, sino soldados capturados en las muchas guerras libradas por Roma y convertidos en esclavos.
Pronto se convirtieron en una molestia suficientemente importante y fue enviada una unidad de 3000 soldados al mando del aristócrata Apio Claudio Pulcer para detenerlos.
Claudio Pulcer, estableció su campamento a pie del Vesubio, junto al único camino que descendía del volcán sin establecer ninguna valla de protección en una de las caras del Vesubio por considérala inaccesible. Espartaco y sus hombres descendieron por la parte más escarpada del volcán, atados con cuerdas hechas con cepa de una vid silvestre, atacando el campamento romano por sorpresa y causándoles numerosas bajas, obligando a los supervivientes a huir. La victoria permitió a los rebeldes equiparse con material militar romano.
Claudio Pulcer, estableció su campamento a pie del Vesubio, junto al único camino que descendía del volcán sin establecer ninguna valla de protección en una de las caras del Vesubio por considérala inaccesible. Espartaco y sus hombres descendieron por la parte más escarpada del volcán, atados con cuerdas hechas con cepa de una vid silvestre, atacando el campamento romano por sorpresa y causándoles numerosas bajas, obligando a los supervivientes a huir. La victoria permitió a los rebeldes equiparse con material militar romano.
Pronto se unirían a ellos en un continuo goteo, esclavos huidos que preferían una vida de fugitivos a la cautividad entre los romanos. Sin nadie que se enfrentara a ellos, los hombres de Espartaco, Criso y Enomao, organizados en columnas separadas, se dedicaron a saquear toda la campiña del sur de Italia. Las ciudades de Cora, Nuceria y Nola entre otras, fueron saqueadas.
Dos legiones al mando del Pretor Varinio, tomadas de la frontera norte de Italia, partieron para frenar esta revuelta. Varinio trató de cercar a Espartaco con una hábil maniobra de tenaza, pero éste, aprovechó la división de las legiones para derrotar primero a los dos ayudantes del Pretor y luego al mismo Varinio derrotándolo y llegando al punto de capturar a los Lictores del Pretor y a su propio caballo, haciendo que éste tuviera que huir a pie.
Esta gran derrota hizo que la rebelión de los esclavos se extendiera por todo el sur de Italia, donde muchas ciudades fueron saqueadas por los insurrectos que llegaron a alcanzar la cifra de 70.000 hombres. Espartaco consciente que no podrían vencer una larga guerra contra Roma, se dirigió hacia el sur para pasar el invierno, y sometió casi por completo las regiones de Lucania y Bruttium. Pasó el invierno organizando a los insurrectos en un ejército regular disciplinado, buscó activamente herreros que pudieran construir armas y armaduras para sus nuevos reclutas y organizó una caballería con el propósito de poder hacer frente a las legiones romanas y cruzar Italia por los Alpes para poder escapar junto a sus hombres a territorios no conquistados por los romanos.
Roma al ser informada de la derrota de Varinio, se dio cuenta del peligro y mandó contra los esclavos a las legiones de los dos cónsules, Léntulo y Gelio.
Criso y 20.000 hombres compuestos de galos y germanos, se separaron del ejército de Espartaco y actuaron de forma independiente. Esta parte de los rebeldes fue interceptada y aniquilada, incluido el mismo Criso, en el monte Gorgano, en Apulia, por el Pretor Q. Arrio, ayudante del cónsul Gelio.
Esto no hizo debilitar al ejército principal de Espartaco que con unas grandes maniobras inflingió varias derrotas a Léntulo, Gelio y Arrio y continuó su avance hacia el norte.
Según iba avanzando sus tropas continuaban fortaleciéndose con esclavos escapados por todas partes de Italia, llegando hasta un número total de 120.000 hombres según Apiano.
Esta gran derrota hizo que la rebelión de los esclavos se extendiera por todo el sur de Italia, donde muchas ciudades fueron saqueadas por los insurrectos que llegaron a alcanzar la cifra de 70.000 hombres. Espartaco consciente que no podrían vencer una larga guerra contra Roma, se dirigió hacia el sur para pasar el invierno, y sometió casi por completo las regiones de Lucania y Bruttium. Pasó el invierno organizando a los insurrectos en un ejército regular disciplinado, buscó activamente herreros que pudieran construir armas y armaduras para sus nuevos reclutas y organizó una caballería con el propósito de poder hacer frente a las legiones romanas y cruzar Italia por los Alpes para poder escapar junto a sus hombres a territorios no conquistados por los romanos.
Roma al ser informada de la derrota de Varinio, se dio cuenta del peligro y mandó contra los esclavos a las legiones de los dos cónsules, Léntulo y Gelio.
Criso y 20.000 hombres compuestos de galos y germanos, se separaron del ejército de Espartaco y actuaron de forma independiente. Esta parte de los rebeldes fue interceptada y aniquilada, incluido el mismo Criso, en el monte Gorgano, en Apulia, por el Pretor Q. Arrio, ayudante del cónsul Gelio.
Esto no hizo debilitar al ejército principal de Espartaco que con unas grandes maniobras inflingió varias derrotas a Léntulo, Gelio y Arrio y continuó su avance hacia el norte.
Según iba avanzando sus tropas continuaban fortaleciéndose con esclavos escapados por todas partes de Italia, llegando hasta un número total de 120.000 hombres según Apiano.
Apiano y Orosio cuentan que en memoria de Criso y de los caídos en las últimas batallas, Espartaco organizó unos juegos de gladiadores, obligando a prisioneros romanos a enfrentarse como gladiadores entre sí. Este trato dado a los soldados deshonró a todo el estado romano.
El gobernador de la provincia de la Galia Cisalpina, el Procónsul Casio Longino, viendo que el ejército rebelde derrotaba a las legiones establecidas en Italia, reunió a todas sus fuerzas y esperó a Espartaco en Módena. Casio Longino, que se había establecido en el valle del Po, fue derrotado por los esclavos rebeldes, tras lo cual Espartaco y su ejército ya podía huir por los Alpes sin encontrar resistencia, pero en vez de cumplir con el plan trazado decidieron regresar hacia el sur.
En Roma, la población dudaba de que los cónsules pudieran derrotar a Espartaco, que ya disfrutaba de su tercer año de libertad, nadie quería asumir el trabajo hasta que se postuló para el mismo uno de los hombre más ricos de Roma, Marco Licinio Craso. Nombrado Pretor, se dispuso a armar un ejército para derrotar a los esclavos rebeldes. Reunió dos legiones, y añadió otras seis por medio de reclutamientos forzosos y voluntarios. Estas legiones estaban muy desmoralizadas por las grandes victorias conseguidas por los insurrectos.
Mummio, legado de Craso, desobedeciendo las órdenes dadas por éste, de rodear al ejército de Espartaco, decidió atacar directamente, siendo derrotado, hecho que hizo cundir el pánico entre los legionarios, muchos de los cuales huyeron arrojando sus armas. Craso para reestablecer la disciplina condenó a muerte a uno de cada diez soldados desertores, medida que no era usada desde hacía mucho tiempo, pero que fue efectiva pues nadie osó violar las órdenes de Craso.
Mientras, Espartaco se replegó hacia el sur, estableciéndose en Thurri, allí se vio asediado por mercaderes y agentes de acaudalados italianos que pretendían rescatar los bienes que les habían sido saqueados. Con la intención de escapar de Italia, Espartaco dirigió a su ejército hacia el sur, llegando hasta Reggio, en la punta de la bota de Italia, en el mar Tirreno, donde llegó a un acuerdo con los piratas de Cilicia, aliados del rey Mitrídates del Ponto, para que le proporcionaran una flota para transportarlos a Sicilia donde podría encontrar a más seguidores y convertir la isla en una fortaleza inexpugnable.En Roma, la población dudaba de que los cónsules pudieran derrotar a Espartaco, que ya disfrutaba de su tercer año de libertad, nadie quería asumir el trabajo hasta que se postuló para el mismo uno de los hombre más ricos de Roma, Marco Licinio Craso. Nombrado Pretor, se dispuso a armar un ejército para derrotar a los esclavos rebeldes. Reunió dos legiones, y añadió otras seis por medio de reclutamientos forzosos y voluntarios. Estas legiones estaban muy desmoralizadas por las grandes victorias conseguidas por los insurrectos.
Mummio, legado de Craso, desobedeciendo las órdenes dadas por éste, de rodear al ejército de Espartaco, decidió atacar directamente, siendo derrotado, hecho que hizo cundir el pánico entre los legionarios, muchos de los cuales huyeron arrojando sus armas. Craso para reestablecer la disciplina condenó a muerte a uno de cada diez soldados desertores, medida que no era usada desde hacía mucho tiempo, pero que fue efectiva pues nadie osó violar las órdenes de Craso.
A través de Verres, gobernador de Sicilia, los romanos sobornaron a los piratas que traicionaron a Espartaco, dejándolo varado en Reggio. Craso aprovechó esta traición para encerrar en el extremo de la península Itálica al ejército de esclavos, construyendo un foso y una valla fortificada de 60 km. que llegaba de mar a mar.
Tras varios intentos fallidos que se saldaron con la pérdida de 12.000 hombres, Espartaco y su ejército, aprovechando una noche tormentosa, lanzaron haces de estacas dentro de las trincheras romanas, y treparon por encima de las murallas con la ayuda de escaleras improvisadas con las estacas. En pocos días llegó la noticia a Roma, Espartaco había roto el cerco y regresaba a Lucania, situada en la parte norte del golfo de Tarento.
Tras varios intentos fallidos que se saldaron con la pérdida de 12.000 hombres, Espartaco y su ejército, aprovechando una noche tormentosa, lanzaron haces de estacas dentro de las trincheras romanas, y treparon por encima de las murallas con la ayuda de escaleras improvisadas con las estacas. En pocos días llegó la noticia a Roma, Espartaco había roto el cerco y regresaba a Lucania, situada en la parte norte del golfo de Tarento.
Tras esta nueva victoria de Espartaco, Roma mandó llamar a Cneo Pompeyo que estaba en Hispania reprimiendo la revuelta de Sartorio y a Licino Lúculo, lugarteniente de Macedonia para crear un cerco entorno a los esclavos desde tres puntos, desde el noroeste Pompeyo, del suroeste, Craso, y del este desde Brindisi a Lúculo, sumando 20 legiones entre los tres, cerca de 120.000 hombres.
Nuevas divergencias entre los esclavos, de nuevo galos y germanos al mando de Casto y Gáunico, separaron a 30.000 hombres del ejército principal de Espartaco, compuesto ahora por 80.000 hombres. Los disidentes fueron derrotados por Craso, cerca de la ciudad meridional de Crotona.
La moral de los romanos ahora mucho más alta tras esta derrota inflingida a los esclavos, volvió a decaer tras la victoria de Espartaco al derrotar a Quinto Tremelio Scrofa, a quien Craso había enviado al norte con un gran ejército para evitar que los esclavos escaparan en aquella dirección.
La intención de Espartaco era dirigirse hacia Brindisi e intentar cruzar el Adriático para dirigirse a Grecia o Iliria, pero el ejército de Lúculo ya se encontraba en la ciudad de Brindisi, con lo que retrocedió para enfrentarse a Craso y Pompeyo.
Craso consiguió atraerlo a una batalla abierta en Apulia. Espartaco, que no estaba tan deseoso de batalla como su ejército, envió mensajeros a Craso para buscar una salida negociada. Estos movimientos fueron rechazados con desdén; Roma no negociaba con esclavos.
Al comienzo de la batalla, Espartaco, mandó traer a su caballo y, delante de su ejército le dio muerte de manera muy dramática. Si todo iba bien, les dijo a sus hombres, tendrían muchos caballos y si iba mal, ya no necesitaría el caballo. Con este gesto demostraba a sus hombres que no huiría a lomos de su caballo. Triunfaría o moriría en compañía de sus soldados.
Decidió combatir a pie junto a todos los demás, pero el ejército de esclavos fue aniquilado por unas legiones mucho más experimentadas gracias a las campañas de Hispania. Espartaco en un esfuerzo por cambiar el sentido de la marea, se lanzó en persona hacia Craso mientras combatía como un poseso.
Craso consiguió atraerlo a una batalla abierta en Apulia. Espartaco, que no estaba tan deseoso de batalla como su ejército, envió mensajeros a Craso para buscar una salida negociada. Estos movimientos fueron rechazados con desdén; Roma no negociaba con esclavos.
Al comienzo de la batalla, Espartaco, mandó traer a su caballo y, delante de su ejército le dio muerte de manera muy dramática. Si todo iba bien, les dijo a sus hombres, tendrían muchos caballos y si iba mal, ya no necesitaría el caballo. Con este gesto demostraba a sus hombres que no huiría a lomos de su caballo. Triunfaría o moriría en compañía de sus soldados.
Decidió combatir a pie junto a todos los demás, pero el ejército de esclavos fue aniquilado por unas legiones mucho más experimentadas gracias a las campañas de Hispania. Espartaco en un esfuerzo por cambiar el sentido de la marea, se lanzó en persona hacia Craso mientras combatía como un poseso.
“Y así, dirigiéndose directamente hacia el propio Craso por entre las armas y los heridos, acabó por perderlo de vista, matando no obstante a dos centuriones que le atacaron a la vez. Al final, cuando todos los hombres que había a su alrededor ya habían caído, también él encontró su final.”
60.000 esclavos, entre ellos Espartaco, perdieron la vida en la batalla, contra los 1.000 que solo perdieron los romanos. Algunos de los esclavos pudieron huir y parte se unió a los piratas de Silicia.
5.000 de ellos trataron de huir de Italia por los Alpes, como era la primera intención de Espartaco, pero fueron destruidos por Pompeyo. 6.000 de los esclavos fueron capturados y crucificados a lo largo de la Vía Appia entre Capua y Roma a modo de lección.
Craso, vencedor de Espartaco, dijo de éste: “cuando luchaba con sus propios brazos, era así, una furia, una cólera…”
5.000 de ellos trataron de huir de Italia por los Alpes, como era la primera intención de Espartaco, pero fueron destruidos por Pompeyo. 6.000 de los esclavos fueron capturados y crucificados a lo largo de la Vía Appia entre Capua y Roma a modo de lección.
Craso, vencedor de Espartaco, dijo de éste: “cuando luchaba con sus propios brazos, era así, una furia, una cólera…”
Varinia, mujer de Espartaco y su hijo, fueron capturados por Craso, que decidió liberarla y enviarla a la Galia Transalpina, con una gran suma de dinero.
Tras su muerte, Espartaco se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad, aunque nunca combatió la esclavitud como tal. Fue un gran guerrero y un líder carismático.
6. Cleopatra
Nacimiento e infancia de la Reina del Nilo
Cleopatra nació en el año 69 a.C. Tuvo dos hermanas mayores, Berenice IV y Cleopatra VI, una hermana menor Arsinoe IV y dos hermanos menores, Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV.
Cleopatra y sus hermanos fueron educados durante su niñez bajo la cultura Helénica. Sus principales fuentes de estudio eran los poemas homéricos, la retórica de Demóstenes, etc. A pesar de haber recibido una educación puramente griega, Cleopatra fue la primera faraona de la era Ptolemaica en hablar el idioma egipcio.
Al presentarse por primera vez en público, tenía catorce años. Ya entonces era famosa por su sabiduría. Se dice que podía hablar 7 u 8 idiomas (entre ellos griego, hebreo, sirio, egipcio y arameo. Conocía de música, historia y ciencias políticas. Además era muy buena en matemáticas, literatura, astronomía y medicina. Se dice que conocía y entendía a la perfección el latín, pero esto no se ha podido probar. Era impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante.
La llegada al trono
Cleopatra VII Filópator (69-30 a:C:) subió al trono en el año 51 a.C. cuando contaba con 18 años de edad, heredó el trono de su padre Ptolomeo XII Aulettes y se vio obligada por el testamento de éste y por la ley que regía en Egipto a casarse y compartir el trono con su hermano Ptolomeo XIII Dionisio II (51-47 a.C.) de apenas 10 años de edad. Ptolomeo XII dejó como tutor de ambos al regente de Roma que en ese momento era Pompeyo,y este debería hacer cumplir el testamento y casar a los hermanos. Claro que esta unión era puramente legal ya que según se dice Cleopatra dejaba fuera de todas las decisiones a su hermano. Políticamente, ella era muy ambiciosa. Gobernó con la ayuda de su primer ministro Dioiketes y vigiló de cerca a los gobernadores griegos que estaban en control de otras partes del país. Tuvo que hacer frente a una situación delicada porque Egipto se había convertido en una pista borucrática sacudida por los alborotos (50 a.C.) Instauró nuevas leyes, devaluó el dinero un tercio para las exportaciones. Y hasta modificó las leyes religiosas en favor de su propia gente. Al subir al trono ella intentó rápidamente solucionar un conflicto existente con el imperio romano. Un año atrás habían asesinado a dos hijos del cónsul romano en Alejandría. Para demostrar buena voluntad, Cleopatra entregó a los presuntos asesinos a Pompeyo que intentaba obtener el poder absoluto de Roma. Su opositor era Julio César. Cleopatra también ofreció soldados egipcios a Pompeyo. Toda la condolencia que ella había mostrado hasta ahora con el imperio romano se convirtió en el tema de discusiones en Alejandría.
Esta ayuda a los Romanos realmente no fue apreciada, y los enemigos de Cleopatra, entre ellos sus tres consejeros Pothinus, Achillas y Theodotus y hasta su propia hermana, Arsinoe IV, que deseaban obtener el poder, aprovecharon esta situación para tramar un plan en su contra. En el tercer año de su reinado Cleopatra fue obligada a exiliarse en Siria, derrocada por un grupo de comando enviado por Ptolomeo XIII comandado por sus consejeros Pothinus y Achillas. Desde allí ella reúne un ejército e intenta invadir Egipto, pero no lo logra. Es entonces cuando se entera que Pompeyo ha sido derrocado en Pharsalus por el ejército de Julio César y decide tratar de unirse a este.
El César y la Reina
Julio César había estado ausente de Roma por diez años, durante la guerra contra las Galias. En este tiempo Pompeyo, su rival, había tramado bajarlo del mando y había preparado todo un ejército para enfrentarle. Sin embargo César logra derrotarlo en la batalla de Pharsalus durante el año 48 a.C. Luego de la derrota, Pompeyo huye a Egipto buscando el apoyo y ayuda de Ptolomeo XIII.
En lugar del refugio buscado, Pompeyo encuentra la muerte el 28 de agosto del año 48 a.C. en Alejandría, bajo las manos de Lucius Septimius, antiguo servidor suyo, enviado por Ptolomeo XIII quien bajo el consejo de Pothinus decidió decapitarlo y enviarle la cabeza a César para así obtener su simpatía.
Sin embargo César lloró la muerte de su rival y amigo, y no miró con buenos ojos el acto de Ptolomeo XIII, tomándolo como una traición.
Es allí cuando entra en escena Cleopatra, que viendo la oportunidad de recuperar su trono decide llegar hasta César. Estando él en el palacio real le es entregada una alfombra que era enviada por la exiliada reina, y al desenrollarla se encontró con ella mismo dentro.
Se dice que César quedó prendada de la belleza exuberante y la gran audacia de Cleopatra en aquel mismo instante, y vio una gran oportunidad de mantener a Egipto dominado si ella volvía a ser Reina. Cleopatra a su vez supo que si enamoraba a César iba a tener de su lado a Roma, y no tendría que temer una invasión por parte de los romanos.
Julio César y Cleopatra pasaron la noche juntos. Al día siguiente Ptolomeo XIII fue citado ante el César para que éste intentara un arregloe entre hermanos en calidad de testamentario de Ptolomeo XII Aulettes. Al llegar Ptolomeo se percató de la situación entre César y su hermana y decidió huir del palacio haciendo correr el rumor entre los egipcios que había sido traicionado, intentando despertar a la multitud de Alejandría contra Cleopatra, pero pronto fue capturado por los soldados de César.
Para calmar los ánimos, César da a Ptolomeo XIII la isla de Creta y a Ptolomeo XIV y Arsinoe IV Chipre. Arsinoe considera que ella debería reinar Egipto y se une a la causa de su hermano. Ptolomeo y Achillas organizaron a 20.000 soldados y rodearon la ciudad. Es entonces cuando la guerra entre Cleopatra y Ptolomeo se transformó en la guerra de Arsinoe IV y Ptolomeo XIII contra el César.
Julio César mantiene el control del puerto gracias a que capturó el faro de la isla de Pharos a pesar de los 20.000 hombres que rodeaban la ciudad e incendió todas las naves. Pero el fuego se entiende hacia parte de la ciudad y es allí donde gran parte de la biblioteca de Alejandría se quemó.
Arsinoe IV escapó del palacio y se unió a Achillas. El ejército la proclamó reina de Egipto. Durante la batalla de Achillas fue asesinado y César ejecutó a Pothinus él mismo, en venganza por la muerte de Pompeyo.
Ptolomeo XIII aparentemente murió ahogado cuando intentaba escapar. Arsinoe IV fue tomada presa por César para exhibirla en Roma, como trofeo de guerra. Esto fue en el año 47 a.C.
Debido a la muerte de Ptolomeo XIII Cleopatra fue proclamada reina absoluta de Egipto y César la obligó a casarse con su hermano menor, de tan solo 12 años, Ptolomeo XIV.
Puesto que Arsinoe IV estaba considerada como traidora, Cleopatra obtuvo el mando de Chipre, junto con su hermano Ptolomeo XIV.
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